24 de mayo de 2022

 HOSPITAL DEL TORAX DE OFRA:

Carretera Cuesta Taco, Ofra, Santa Cruz de Tenerife.

Que en unas antiguas instalaciones, como las del Hospital del Tórax, surjan testimonios sobre fenómenos paranormales no nos coge de sorpresa.

Se trata de un edificio que se levantó para  luchar contra la tuberculosis, que entre la población isleña tuvo una especial incidencia. El temor que despertaba este mal hizo que en los años 40, muchas personas evitaran acercarse al hospital porque se consideraba maldito.

El 16 de agosto de 1945, se inauguró de manera oficial con la entrada de 96 enfermos de tuberculosis, se articulaba a partir de tres plantas, en las que la enfermería con sus terrazas estaba orientada hacia el este-sureste. Al lado contrario, se alzan la fachada principal con su puerta principal, a la que se unían los servicios generales del establecimiento. Junto al gran edificio se construyeron garajes y un cuarto destinados a las lavadoras, a los que se le unieron las viviendas destinadas al director, administrador, enfermeras, conserje y empleados masculinos.

Una de estas historias habla de la presencia de una monja fantasmal que se pasea por los pasillos. También ha sido vista en la capilla del hospital. Un ciudadano alemán hizo una fotografía en este lugar y la sorpresa que se encontró fue mayúscula cuando, al descargar el archivo en su ordenador, pudo observar una “figura de fuego” cuya apariencia recordaba a la de una monja.

Este tipo de avistamientos son el recuerdo del sacrificado trabajo de las monjas en los hospitales, cuando no habían enfermeras. En el Tórax, estuvieron desarrollando su labor las hermanas de la orden mercedaria.  

En el Área de Cuidados Paliativos del Hospital del Tórax en la tercera planta, se viene apareciendo a los pacientes una misteriosa figura que suele ser descrita como la de un “hombre con sombrero”. Y esto no sucede de cualquier forma o en cualquier lugar. Ocurre, concretamente en la habitación 29.

Según varios trabajadores del hospital la entidad suele ser descrita como una sombra, sin rasgos faciales aparentes, tocada por lo que parece ser un sombrero. Hace acto de presencia por la noche, entrando por la puerta de la habitación y acercándose hasta los pies de la cama del enfermo. Según suelen contar al día siguiente, momento en que la experiencia es recogida por los enfermeros, esta sombra da la impresión de que les observa desde esa posición pero no transmite ningún mensaje. Acto seguido, o bien regresa por el mismo camino, o bien parece difuminarse, desapareciendo literalmente.

En 6 o 7 años lo han visto unas 30 o 40 personas. Hay quien dice que pueden ser alucinaciones o delirios de los enfermos, pero es curioso que solo ocurra en la habitación 29. El hombre del sombrero es un arquetipo. Existen incontables testimonios relativos a esta misteriosa entidad, en el caso que nos ocupa, no parece asustar ni crear temor en los testigos. Los pacientes del Tórax no indican ninguna sensación de inquietud o miedo. Quizás sea un guía que calma la ansiedad del enfermo y le enseña el camino a seguir. Una forma de canalizar el momento de la muerte.  

Los pacientes no son los únicos que han tenido encuentros extraños en el Tórax. Los propios enfermeros han sido testigos de presencias sobrenaturales. Juan Antonio Gómez, auxiliar de enfermería en Paliativos vivió una experiencia difícil de olvidar. Sucedió en 2002.  

"Estaba sentado, en mi escritorio, estoy escribiendo y veo pasar de reojo, a una persona vestida de blanco. Le digo a la enfermera: “¿Tú acabas de pasar por aquí?. Y ella me dice que no, “Sí has pasado por aquí, que te acabo de ver”. Y ella que no, que no. Solo te puedo decir que iba vestido de blanco y que parecía un hombre. Apenas pude apreciarlo con la visión periférica, pero fue lo suficientemente claro como para poder afirmar que estaba allí. Allí no había nadie más que nosotros. No estaba ni el médico de guardia. La puerta de entrada se cierra con llave, no puede entrar nadie. Y la puerta que hay por fuera, que da al aparcamiento también se cierra con llave.

Si uno salía un momento para comer o lo que sea, se cerraba a cal y canto. Obviamente me asusté. Llamé a la enfermera a gritos y los dos nos dirigimos hacia la habitación que hay al otro lado del pasillo, en la dirección a la que se movió y desapareció ese individuo. Era una habitación sin salida. No había ni rastro. Allí había varios pacientes pero estaban muy sedados. Al rato volvimos a pasar por la habitación y había fallecido uno de los pacientes. Nos quedamos…No sabíamos qué decir ni hacer.  

A los cinco días se produjo una situación muy similar en aquella misma planta. En esa ocasión, fue una compañera suya la que se enfrentó a un extraña presencia. En ese momento, solo había un paciente en este departamento. Se encontraba en fase agónica. No había nadie más. Todo estaba cerrado. Todas las puertas en planta daban a hacia un balcón.

Elena y una auxiliar estaban haciendo una ronda de madrugada. En el momento de entrar en la habitación donde se encontraba el enfermo, ven salir a alguien que se dirige hacia el balcón. Lo describieron como un hombre joven que iba completamente vestido de blanco. Se quedaron sin reaccionar durante unos segundos. Sencillamente, allí no podía haber nadie. Entonces fueron a dar con aquel individuo. Al llegar al balcón no había rastro de él.

No podía haberse colado por ninguna de las puertas porque estaban cerradas con llave. Y tampoco podía haber saltado hacia la calle o se habría matado, ya que por esa parte del edificio hay varias plantas. Por lo menos habrían visto la caída. Es como si se hubiese esfumado. Se podría pensar en una alucinación, pero es que en este caso lo vieron dos personas.

Posteriormente, alertaron a otro médico que se encontraba de guardia e hicieron una ronda para encontrar al intruso, pero no hubo resultado. Lo que ocurrió tan solo dos horas después, dejó a sus compañeras en estado de shock. El único paciente de aquella habitación falleció.

El personal que convive a diario con los enfermos terminales suele describir episodios insólitos como experiencias cercanas a la muerte, la autoconciencia del propio fallecimiento, la súbita mejoría previa al óbito o la visión de seres fallecidos.

En una habitación situada en la cuarta planta, durante unas obras de mantenimiento, unos operarios abrieron un agujero en la pared y descubrieron que había una pequeña habitación secreta, en la que solo había un tocador, un espejo y un crucifijo, y todos muy antiguos. En estas dos habitaciones, la principal y la secreta todos los enfermos que eran instalados ahí empeoraban su estado de salud de forma inmediata. Llegó a hacerse una investigación por si todo tuviera que ver con algún hongo o bacteria que estuviera por algún rincón de la estancia, o en el aire acondicionado, pero no se halló nada sospechoso, y esto llevó a los responsables del centro a llamar a un cura para que bendijera el lugar.


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